Al hablar de adelgazar todo gira en torno al metabolismo. Si
funciona bien, quemas grasa y si no, pues adivina. Imagina por un momento
que quieres limpiar un piso, pero estás de afán y decides tomar el trapeador,
agregar el más perfumado de los ambientadores y trapear. El problema es
que olvidaste barrer y al final, lo más probable es que el resultado sea fatal,
pues habrás mezclado todo con la basura que ya existía en el piso. Posiblemente
el ejemplo es drástico, pero es exactamente lo que pasa con las toxinas. Imagina que el piso es el metabolismo, la basura, las toxinas y el trapeador
con el aroma es el tratamiento que estás utilizando para adelgazar. No
importa que tan bueno sea el tratamiento, si se encuentra con un terreno
inapropiado, es muy difícil que el resultado sea óptimo si no se prepara el
camino.
Las toxinas que habitan en el cuerpo se producen por muchos
factores, tanto alimentarios, como relacionados con el estilo de vida y las
emociones de cada persona. Todo suma. Se intoxica la sangre, las
vías digestivas, los mecanismos de excreción, la piel, el cerebro . . .
Todo. Esto hace que el metabolismo actúe a paso de tortuga, que no se
adelgace a buen ritmo o que repentinamente se deje de perder peso. Sin
embargo, es aún más preocupante el efecto que puede tener a nivel de salud,
pues desencadena múltiples enfermedades o impide que los tratamientos médicos
funcionen con la efectividad deseada.
La solución es bastante obvia: ¡es necesario
desintoxicarnos! El tratamiento se realiza con técnicas de sueroterapia,
limpiezas intestinales y desparasitación sin químicos, en una semana. Una buena
forma de mantener un buen estado de salud es realizarlo al menos dos veces al
año.